viernes, 16 de junio de 2017







memoria del café, 1









En momentos malos, lo único que salva el día es un buen café. Mejor aún: en momentos malos, en momentos verdaderamente malos, lo único que puede empezar el día es un buen café. Tú no quieres ni levantarte, no tienes fuerzas, no le ves sentido a nada. Estás cansado, enfermo, decepcionado. Pero los amigos llaman, insisten, amenazan cariñosamente, entre sutiles bromas: “Ven, vístete, baja a la calle, párate un momento en el bar, siéntate con nosotros, cuéntanos qué te pasa…”. Los viejos amigos y los nuevos amigos te esperan, y escuchan, te hacen hablar, te hacen sonreír, hasta, a veces, llegan a hacerte reír. Y tú al final, después de un buen rato de tertulia improvisada, sales del bar animado, si no más feliz al menos menos triste, incluso el café, el rato del café, lo mejor del día, la única manera de arreglar un día que ha nacido estéril, es lo que te reconcilia con el mundo, con la vida, con el ser humano (...)




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